La tecnología utilizada en los
UAS también tiene una importante aplicación científica, gracias a sus
cámaras y sensores, se pueden adquirir imágenes que sirven para
la creación de mapas de distribución de gases volcánicos, lo que
puede resultar muy útil para anticiparse a las erupciones volcánicas, gracias a
las mediciones obtenidas los científicos podrán comparar la concentración de
dióxido de azufre tomadas desde los satélites con las mediciones tomadas desde
el interior de la pluma del volcán tomada con un UAS.
A partir de la creación de los
modelos informáticos derivados se contribuirá a mejorar las predicciones
del clima global y mitigar los riesgos ambientales (por ejemplo, el
dióxido de azufre volcánico o “VOG”) para las personas que viven cerca de los
volcanes.
¿Es muy peligroso y arriesgado
realizar estos vuelos?
Un componente clave de estos modelos es la
intensidad y el carácter de la actividad volcánica situada cerca de la
ventilación erupción. Por ejemplo, conocer la altura de las concentraciones de
ceniza y gas, y las temperaturas durante una erupción son importantes factores
iniciales para cualquier modelo que predice la dirección de la nube
volcánica.
Es muy difícil reunir datos desde columnas de erupción volcánica y plumas con aeronaves tripuladas ya que las velocidades ascendentes de viento son muy altas y las altas concentraciones de ceniza pueden destruir rápidamente los motores de las aeronaves, esos entornos de vuelo pueden ser muy peligrosos para los aviones tripulados. Los penachos volcánicos pueden extenderse kilómetros desde la cumbre y las nubes de cenizas desprendidas pueden desplazarse cientos a miles de kilómetros. Es en estas condiciones difíciles donde los UAS ofrecen una solución apropiada y económica
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